sábado, 10 de enero de 2015

Rebajas...........mi día de furia. (Primera parte)






Ya os había contado que me encanta comprar. Disfruto mirando, buscando, probándome, escogiendo y posteriormente comprando, y también disfruto acompañando. Ahí está mi fuerza y mi debilidad. Esta semana le comenté de pasada a una amiga, madre de una adolescente, (hago este inciso porque es importante para la historia), que me iba de rebajas.
           -Déjame acompañarte.- me soltó en el whastapp con muchas exclamaciones y caritas suplicantes.
           -Claro mujer, ¿Te recojo a las 11?.
           - No, mejor te recogemos nosotras.

¿RECOGEMOS?. Por un momento me había olvidado.  Mi mente de madura sin hijos, no retiene que hay otras pobres maduras que tiene que irse de compras con sus hijas adolescentes. Estuve a punto de llamar para cancelar la jornada de rebajas, pero viendo las caritas suplicantes y arrasadas en lágrimas del whastapp no tuve coraje y lo dejé estar.
 A las 11 de la mañana con puntualidad británica me estaban recogiendo en mi casa. Me subí al coche, mi amiga tenía la cara congestionada y me saludó con un lacónico "Hola", miré al asiento trasero y por encima del nuevo Sony Xperia, regalo de navidades,  pude adivinar un moño y una cara enfurruñada.
    -Empezamos bien- pensé- menos mal que vengo convenientemente dopada.
Si la sesión de compras es por la tarde me acompaño de un par de copitas de rioja en la comida para templar  cuerpo y  espíritu, y si es de mañana un par de napolitanas bien gordas. No es conveniente sumergirse en la primera semana de rebajas a pelo.
         -¿Te importa que vayamos al centro comercial?- me preguntó mi amiga con un hilillo de voz.
Ella sabe que lo que realmente me gusta es frecuentar las pocas tiendas que quedan en las ciudades y que no pertenecen a ninguna "familia", y rebuscar en ellas para intentar (digo intentar) no vestir de uniforme.
        - No, vayamos allí.
El gruñido del asiento posterior y el suspiro de alivio de mi amiga me confirmaron que la pelea matutina se debía al lugar donde íbamos a realizar las compras.

Allá que nos fuimos. Al centro comercial. Cuando llegamos todos las plazas de aparcamiento de la primera y segunda planta estaban llenas y tuvimos que bajar al inframundo de goteras y moho. "Mal augurio".

A medida que subíamos las escaleras mecánicas comencé a escuchar un rumor de voces, música repelente y gritos, pensé en Charlton Heston en "Cuando ruge la marabunta", y lamenté no haber mojado las napolitanas en el Rioja en vez de en el café. La hija de mi amiga se arrastraba indolente, diez pasos por detrás nuestro sumergida en una (supongo) encendida diatriba con sus amigas via whastapp, sobre lo de aguantar a su madre y a la petarda de su amiga.

Nada mas pisar el centro comercial nos cruzamos con una mujer sepultada en bolsas de papel y flanqueada por 3 adolescentes. Nos miró. La miramos. Pestañeó y sonreímos.
        -Animo-  le transmitió mi amiga vía instinto "madredehijaadolescente".
        -¿Crees que sobrevivirá?- pregunté a mi amiga.
        - No lo se, parecía muy deteriorada, quizá no pase de la próxima media hora.

Llegamos a la tienda, bueno mas que tienda se podría definir como uno de los círculos del infierno según Dante. Busqué entre las cabezas de las dependientas a Caronte, barquero de la laguna estigia, pero ninguna me lo pareció, así que me adentré sola y aterrada siguiendo a mi amiga.

Pronto perdimos  a la niña entre otras niñas y niños, pensé que deberíamos haberle clavado en el moño una banderita roja como hacen las guias turísticas, para poder reconocerla entre las montañas de ropa.

       -¿Que buscamos?-pregunté.
       -Necesita unos vaqueros y un jersey.
      -Busca por el fondo, que yo rastreo la zona de la entrada, sincronicemos relojes y si no vuelvo en media hora iros sin mi..
Nos abrazamos.
La vi desaparecer engullida por otras madres que sujetaban chaquetas y bolsas de compras y que perseguían inútilmente a sus vástagos.

 Me asomé a una enorme montaña de pantalones vaqueros, apenas me atrevía a meter la mano dentro por temor a que el monstruo del denim me arrancase tres dedos. Respiré y me lancé. Un pantalón tras otro y todos agujereados, rasgados, descosidos, desteñidos, rotos, deshechos, desgarrados, rajados, despedazados.... algunos parecían pertenecer a la victima del ataque de un oso Grizlie.
Miré el precio, vale no eran caros de haber sido un vaquero, pero eran carisimos para ser una colección informe de hilos.
Cogí uno y me acerqué a una muchacha que doblaba la ropa de un promontorio de camisetas con gesto impávido.
       - Disculpe señorita-levanté el vaquero- ¿Hay alguna posibilidad de encontrar algo que no parezca rescatado de un apocalipsis nuclear?.
Ella me miró inalterable y abrió levemente los labios, yo creí que iba a decir algo, pero le dió una vuelta al chicle.
       - En walking dead he visto caminantes vestidos como para una boda en comparación con esto.

Esta vez si que pareció entenderme,. la vieja técnica de hablar el mismo idioma.
        - Es que los ripped jeans son tendencia.

Vale, replegué velas y saque el teléfono, tecleé en google Ripped jeans.





     


En efecto, el término existía y Olivia Palermo, la gurú de las gurús recomendaba el modelo boy friend ripped como un it, must o imprescindible para este invierno. Lo que no dice es como evitas que se te hiele el asunto con tanta corriente.
Yo me considero moderna, incluso he llevado en mi juventud (no tan lejana) pantalones desgastados y algo rotos, les recuerdo a estas ninfas bloggers que eso ya se llevó, pero lo de ahora es estrambótico. Camisetas que parecen rescatadas de la bolsa de un pintor y pantalones desguazados  con unos stilettos y un bolso de lentejuelas para ir de fiesta. ¿Estamos locos?. Si, estamos locos.

Acusé el golpe y me retiré a la zona de los jerseys.  Creí que eso sería mas sencillo.
     -¿Donde están las tallas aquí?- pregunté a una pobre madre que se apoyaba en una de las estanterías.
  Se encogió de hombros.
Agarré dos de los jerseys y busqué a otra dependienta, no quería volver a sentir la mirada indolente de aquella joven en mi frente. Pero solo la divisé a ella. Volví.
     - Disculpe de nuevo.
Me miró con desidia, no pareció reconocerme. Creo que nos consideran irrelevantes e irreconocibles una vez pasamos de los 30.
     - ¿Hay algún jersey que no le quede corto a Torrebruno o que no parezca hecho para M.A Barracus?.

Dejó de doblar camisetas y se acercó a mi. Estoy segura que dijo algo sobre Punto Roma y las tiendas mas apropiadas a mi edad, pero la hija de mi amiga había comprado y no me dió tiempo a escucharla, me agarraron del brazo y me rescataron de aquella pérfida joven.