lunes, 9 de febrero de 2015

Happy Valentine






           Se acerca San Valentin, y en una hemorragia de amor desenfrenada, las tiendas se llenan de cientos, miles, millones de corazones rojos (parece una campaña por la salud cardiovascular) que flotan entre los mas variopintos objetos, lo mismo entre bragas y sujetadores que entre paraguas, flores, joyas, aspiradoras, cafeteras ultrasónicas, discos duros, rodillos, pinturas, recámbios de coches o colchones. San Valentine se presta a los mas variopintos regalos, que si una cata de quesos, que si un viaje en ala delta sobrevolando Bollullos del Condado, que si un curso de macramé, que si unas bolas chinas...  Aunque la joya de la corona (y valga la redundancia) se la lleven las flores y las joyas. En este mundo enloquecido y desenfrenado en el que nos movemos, todo es susceptible de ser regalado en reconocimiento a nuestro sincero y eterno amor.
No hay que ponerse exquisito con el regalo que la vida esta muy achuchada. A mi un año me regalaron una pareja de grifos para el baño y yo regalé 25 metros cuadrados de azulejo para alicatar el baño. Muy romántico no es, lo reconozco, pero menos romántico hubiera sido tener una manguera colgando de una alcayata sobre una pared de ladrillo vivo, que por mucho que digan los expertos decoradores que las paredes de ladrillo desnudo dan un efecto loft y son pura tendencia, mi baño parecía uno de esos "chalets" de La Cañada real que tan a menudo salen en los telediarios. En fin que los regalos hiperománticos están un poquito sobrevalorados a ciertas edades. Pero aun así, si vais a regalar no os pongáis innovadores.




       Cuando llevas la friolera de veinte años con la misma persona es complicado sorprender y sobretodo dejarse sorprender. Ya has regalado y te han regalado todo lo regalable. Empezando por el osito amorosito agarrado a un corazón que pone I love You de la adolescencia, pasando por el anillo con calaveras lacadas con incongruentes corazones saliendo de los ojos de tu etapa mas oscura,  los ramos de flores, cajas de bombones, perfumes, ropa interior, exterior y ulterior etc.... en fin que ya habéis agotado todos los regalos y vuestras mentes comienza a mostrar signos de fatiga, ya no encuentran con que sorprenderos, es mas yo diría que ya no se atreven a sorprenderos ( por lo menos en mi caso), pasando los cuarenta ya no es tarea fácil hacerlo. A mi desde luego las sorpresas me gustan justito. Bueno para ser francos no me gustaron nunca. Soy de las que valoro que me "sorprendan" regalándome exactamente lo que he pedido y para ser mas exactos en el color, la talla, la disposición, el material, la configuración, el aspecto, el diseño y la estructura que tenía en mente y que con toda probabilidad ya haya encargado en alguna tienda, así que lo único que debe hacer es pasar a recogerlo y envolverlo con mucho amor.



       Mi aversión por las sorpresas en los regalos me viene de niña. De un noviete que tuve en el barrio. Tendríamos 13 años y el muchacho me "pidió salir" a mediados de enero. Con mas vergüenza que otra cosa comenzamos a tontear, ya sabéis,  me venia a buscar a la salida del colegio y me acompañaba a la "parti" como llamábamos a las clases particulares. Luego los sábados quedábamos justo al empezar primera sesión, yo salía casa nada mas empezar la peli. Mi madre me gritaba, mientras terminaba de fregar el suelo de la cocina, que me llevase a mi hermana conmigo, pero yo no dejaba que terminase la frase y volaba escaleras abajo prometiendo, jurando que estaría en casa antes de las 8:30. Bueno pues uno de esos sábados, mientras recorríamos las calles agarrados de un dedo, nos paramos frente a una tienda de ropa. En ese momento debí darme cuenta de que el muchacho y yo no teníamos futuro, porque la tienda era para señoras de la edad de mi abuela y a él todo le parecía bonito. No hacía mas que decir:
       -Mira que bonito, eso...y eso...¿No te gusta eso?.
Yo que era bastante mas pava que ahora, no me percaté de que el pobre estaba buscándome regalo para San Valentin y con la idiocia que me caracterizaba por aquel entonces, dije señalando uno de los jerseys mas horrendos que se hayan confeccionado en España.
        -Mira cari (epíteto super de moda en la época y que en la actualidad aborrezco profundamente), ese si que es bonito.- y me reí.
 El muchacho se rió conmigo y seguimos paseando del dedo.
   Una semana mas tarde llegó el santo del amor, yo había adquirido el consabido peluche con frase, en mi caso para ser mas original no fue un oso, fue una cabra (ya ves que romántico) que sostenía un corazón entre los dientes  que ponía "Te daría un mordisquito"...AGGG Estoy enrojeciendo por segundos. QUE COSA MAS LERDA.

    Me esperó a la salida del colegio y nos fuimos tan felices al parque a darnos los regalos. Yo le di la cabra y él un paquete envuelto en un papel de corazoncitos, no le faltaba detalle al asunto. Abrí el paquete con manos temblorosa y allí estaba el adefesio de poliester nadando en un mar de corazoncillos de papel como un gran cachalote varado en un océano de amor. Si tuviese que describir el color diría que era de un rosa casquería en descuento, no existe ni ha existido pantone  que lo reproduzca. Aderezando el rosa imposible había una cantidad ingente de rositas negras que parecían pintadas por mi cabra de tan amorfas que eran, lo remataban dos botones de plástico con forma de rosa a ambos lados del cuello alto abierto, me recordó el cuello de la camisa de Mortadelo. Lo levanté ante mis atónitos ojos y pude descubrir además que la talla era mas para M.A Barracus que para mi. El muchacho me miraba arrobado y yo musité un acongojado:
    -Gracias es muy chulo.
La tarde transcurrió lenta, interminable, eterna como la carrera de Jordi Hurtado, el jersey reposaba  en mi regazo, mirándome burlón. Al llegar a casa le conté a mi madre lo que para mi absurda mente infantil era un drama de magnitudes ciclopeas.
    -Pues tendrás que ponértelo, porque el muchacho ha hecho un esfuerzo ahorrando ese dinero.-sentenció mientras terminaba de enjabonarle el pelo a mi hermana. Probablemente fuese cosa mía, pero me pareció distinguir un guiño burlón en sus ojillos azules,aunque quizá solo fuese jabón.
Afortunadamente durante la semana llevaba uniforme, así que me libré de colocarme aquel adefesio, pero el muchacho no dejaba de hablar de él, estaba entusiasmado. Y yo me iba deprimiendo a medida que pasaban los días lectivos.
   Y llegó el sábado y dieron las 4 en el reloj de la sala y yo respiré hondo y me enfundé en el jersey de marras. Ríete tu de los puños de Enrique Iglesias, hubiese podido esconder a mi hermana y mis dos primas en ellos. El cuello me subía casi hasta las orejas y  me enganchaba los pendientes, me sentía atrapada sin poder mover la cabeza, apresada en aquel mar de poliester rosa casquería. El elástico del jersey que se suponía debía quedarme por la cintura me llegaba a medio muslo, con un cinturón y unas medias de rejilla hubiese podido disfrazarme de pilingui en la fiesta del colegio. En fin, que respiré hondo y salí de mi casa como si me persiguiese Sauron, mas que nada para evitar la risa de mi hermana pequeña que, ahora si, sabía que aquel guiño no había sido el jabón.
Y así aparecí en la calle, disfrazada de Tarta de Fresa gótica tras una mala noche. Ríete tu del traje de Salomé, aquella manta zamorana pesaba como el habito de un fraile mojado. Sentía las miradas entre atónitas y divertidas de los demás, porque a pesar de que yo insistí en pasear por el monte, él quiso bajar al parque,  había espectáculo de magia para chicos. Para haber redondeado la tarde el muchacho debió llevar la cabra atada con un cordel detrás nuestro como si fuese un chihuahua, eso nos hubiese convertido en una atracción mas.
          Ya no recuerdo si utilicé las frase de: " No eres tú, soy yo", "Creo que lo nuestro se ha estancado y necesitamos ampliar horizontes", "Siento que no te doy lo que necesitas", "Es injusto que no seas amado como te mereces" etc....pero la cuestión  es que rompí con el muchacho el lunes siguiente. Si, ya se que eso me convierte en una persona superficial, pero creo que nuestro amor no podía florecer (JA que metáfora mas bien traída) el nuestro era un imposible.
      Recientemente le he visto por la calle, se ha quedado soltero y hasta ahí puedo leer.

          Moraleja: La ironía requiere de un alto grado de inteligencia por parte, sobre todo, del locutor. No os paséis de listas que las bromas las carga el diablo.