miércoles, 11 de marzo de 2015

De infidelidades y otras malas ideas.




Amanecí sintiendo unos insólitos rayos de sol calentando el alfeizar de mi ventana. Madrugué como no suelo hacerlo en sábado, el encuentro lo requería, Escogí entre mi fondo de armario (no muy al fondo todo sea dicho, que lo que cae allí es lo que llevas mas de un lustro sin conseguir abrocharte y lo guardas con el absurdo anhelo de que alguna vez vuelva a servirte, en fin que lo que está allá al fondo, en el abismo de la nostalgia, es tan inviable a tu cuerpo como un tanga de plumas) en definitiva, que busqué un look como dicen las bloggers que enviase un mensaje claro:

 "No estoy desesperada, simplemente aburrida y te necesito"

Pantalón de raya diplomática, zapatos bajos de charol, tote igualmente en charol negro, blazer  oversize negro, jersey de punto gris cemento y gafas de sol tamaño folclórica entrando en prisión. Me miré al espejo, me encontré severa y amenazante como un tiburón de Wall Street, quizá me estaba pasando. Miré el reloj, ya no había tiempo de cambios, saldría así a la calle.
Corrí hacia el metro procurando que nadie me reconociese o si lo hacían que les resultase complicado pararme. Bajé las escaleras atropelladamente, escuchaba el metro acercarse a la estación y no quería perderlo. Me escondí detrás de la columna mas gorda de la estación, conté hasta diez y a escasos segundos de cerrarse las puertas salté dentro con la agilidad de una gacela del Serengeti huyendo de un puma (inciso: me han comentado que no hay pumas en el Serengeti, os podéis imaginar el tremendo desconcierto de la pobre gacela al encontrarse uno) salté como Belén Esteban cuando le mencionan a Jesulín y me arrellané en el asiento mas alejado de la entrada. Hasta pasadas cuatro estaciones no me quité las gafas de sol, si iba a ser infiel mas me valdría no cometer errores.
 Durante todo el camino hasta mi destino final, fui convenciéndome de que había tomado la decisión correcta, nuestra relación estaba agotada o a punto de agotarse,  necesitaba nuevos aires,  la monotonía en la que nos habíamos instalado corría el riesgo de hacerme envejecer, además tampoco era tan grave, conocía otras mujeres que lo habían probado y la experiencia no había hecho si no refrescarlas, rejuvenecerlas, hacerles sentir guapas y admiradas de nuevo.
Caminé por calles desconocidas algo mas tranquila, era poco probable que por aquel barrio me encontrase a nadie conocido y si lo hacía había ensayado una excusa, iba a hacerme unas plantillas para los juanetes, nadie quiere que le enseñes los juanetes, era la excusa perfecta. Llegué al portal, tenía clase,quizá demasiado, mi amiga me lo había advertido:

    -"Vete preparando la visa, pero merece la pena, vas a quedar muy satisfecha".

Toqué el timbre, lo encontré frió y amenazador, abrieron sin preguntar. Subí las escaleras de madera que gimieron bajo el peso de mi cuerpo, mala señal. Al final de un pasillo largo y pintado de color avellana se iluminaba una puerta, me acerqué a ella sintiendo un hormigueo en las piernas, una vez dentro ya no podría dar marcha atrás. Según me acercaba la intensa luz de led que iluminada el cartel pareció parpadear.

   TINO ESTILISTAS.

 -"Lo siento Manoli, pero lo nuestro se ha estancado,  necesito aires nuevos, aires de fiesta como dice Karina", -pensé al sentirme en el epicentro del glamour, el estilo y la clase.



Un olor a productos caros me envolvió en el mismo segundo en el que traspasé el umbral. Por lo pronto no entendía ningún cartel, eso es signo de que son profesionales de reconocido prestigio y amplia trayectoria en el mundo de la imagen. Brushing, color sistem sin PPD, alisado definitivo termoactivo,  retex, Bio Ionic, mechas babylight (por lo visto las californianas, están super out, vamos que están mas out que hacerse la toga), hair chalking, o lo que es lo mismo pintarse el pelo con una tiza, lo que le hace mi sobrino en la guardería casi todas las tardes y gratis.
 Comencé a marearme, boqueaba como un pez fuera de un acuario,  Si salía con vida de aquel oasis de laca ultra strong, prometía no volver a ser infiel a mi peluquera del barrio, me miré en el amplio espejo que presidía la entrada, aquella cabeza se merecía una segunda oportunidad,, los años avanzaban crueles e implacables y cualquier ayuda por parecer cinco minutos mas joven o diez gramos mas flaca sería bien venida.
 Se acercó una chica jovencita y pizpireta con un flequillo tan liso y brillante como el de la barriguitas china y me puso una capa negra y dorada, con un bolsillito en la manga en el que me introdujo una tarjetita, supuse que allí apuntaría la miríada de tratamientos, cortes e intervenciones que iban a llevar a cabo en mi insípida cabellera con el objeto de transformarme en mi otra yo, en la yo mas sofisticada y estilosa que había venido a buscar y por la cual estaba siendo infiel a Manoli.. Me dejé acompañar a una esquina demasiado iluminada para mi edad, aquella luz implacable sacaba todos mis defectos y alguno mas, en fin tentada estuve a colocarme las gafas de sol, porque me veía mas bigote,  y mas marcas en la cara que el teniente Castillo de Miami Vice. Se acercó Tino, muy amable, cariñoso, extravagante, estiloso y muy gay, como no podía ser de otro modo. Me dió dos besos y me preguntó por mi amiga. Antes de que pudiese siquiera tragarme el chicle que estaba masticando, no me gusta hablar con él en la boca, Tino ya estaba dando instrucciones a  una estilista  con aspecto de haberse escapado de la versión española del Clan de los Brady. Como le gusta ahora a las modernas disfrazarse de sus abuelas.


Saqué una foto de Anne Hathaway que siempre me acompaña para que aquella recopilación de pret a porter de los 60 supiera que era lo que quería.

   -La última vez salí pareciéndome a un extra de "el nombre de la rosa",- dije intentando ser graciosa.
La estilista me miró por encima de las gafas incrustadas de brillantitos falsos de color rosa y parpadeó confusa.
   - Lo digo por el corte de pelo cazoleta, tipo tonsura- hice un gesto alrededor de mi cabeza, pero siguió sin comprenderme. Quizá debiera haber mencionado a Bimba Bose y su pelo franciscano, en vez de a un monje primo de Guilllermo de Baskerville.

Me tiñeron, me dieron un tratamiento de hidratación utra hidratante porque debía tener el pelo como el de doña Rogelia pero en negro,  unos masajes capilares, mascarillas, serums  y no se cuantas cosas mas. Me ofrecieron un capuchino, o té o refresco, pero me pasó como en los aviones, no sabía si iba a ser gratis, así que dije que no, que ya había desayunado en casa, la señora del lava cabezas de al lado me miró condescendiente mientras sacudía una bolsita de té de rooibos.Yo no hacía mas que sumar mentalmente, ya iba por riñón y medio no me hacía falta mas que pagar 5€ por un café como si estuviese en la Piazza San Marcos.

- Menos mal que tengo bonometro-pensé.

Al fin me senté frente a Peggy Sue,  pertrechada con un cinturón de herramientas a medio camino entre albañil de peli porno y un atrezzista de Boliwood, me tocó el pelo con dos dedos y suspiró.
-Dime que aun hay esperanza- gemí, intentando por segunda vez ser graciosa.
Volvió a mirarme por encima de las gafas y sacó una navaja de barbero del cinturón de herramientas, antes de que pudiese protestar ya estaba ZAS, ZAS, ZAS.... afeitando aquí y allí.
Levanté el dedo contrita como cuando Sor Laura me preguntaba en francés.
   -¿Vas a cortarme todo a navaja?- pregunté con voz ingenua.
   -Si, ¿Por?, ¿No te gusta?- su voz sonaba entre una dominatrix y un fumador de puros.
  -No mucho, es que se me despelucha el pelo como cuando pelas una cinta de regalos de los chinos.
 -Eso es porque no te lo han hecho bien antes.

Entre el cinturón de herramientas de Manny manitas, la voz de fumador de puros, la navaja barbero y la respuesta, me pareció estar en una peli porno de los 80 a punto de ver entrar al instalador de antenas despelotarse en la puerta. Sonreí y dejé que siguiera con su obra. Mientras veía sobrevolar la afiladisima navaja sobre mis orejas recapacite sobre la malisima idea que había sido criticar a una dominatrix armada con una navaja de afeitar.



Tengo que decir que la aventura me costó riñón y medio y la cornea derecha, que el corte de pelo estaba bien pero nada espectacular, Manoli puede acercarse en un día super inspirado, volví a casa, abracé a mis perras, estaba contenta de regresar sana y salva y escondí el ticket de la peluquería en el armario de la plancha, allí jamas miraría mi marido.
  -¿Que tal te ves?- me preguntó antes de emitir cualquier juicio, llevamos 20 años juntos, ya empieza a conocerme.
-Bueno...no es lo que esperaba, empiezo a pensar que el problema es que me sobran años y kilos con respecto a la Hathaway.
-Bahh tonterías, estas perfecta., pero Manoli te suele dejar mejor algunas veces.


MIERDA, TIENE RAZÓN.